Hipertensión arterial pulmonar

Descripción de la enfermedad
La hipertensión arterial pulmonar (HAP) es una de las enfermedades consideradas raras.
Es un tipo de hipertensión grave, que necesita un tratamiento continuo.
Puede afectar a personas de cualquier edad, pero sobre todo afecta a personas de entre 30 y 60 años y es más habitual en mujeres.
La tensión pulmonar se mide por cateterismo cardíaco derecho y se considera que la persona padece hipertensión arterial pulmonar cuando la presión en la arteria pulmonar es igual o superior a 25 mmHg en reposo.
Según las cifras obtenidas, se puede clasificar en:
- Leve
- Moderada
- Grave
Los niveles normales de tensión pulmonar oscilan entre 8 y 20 mmHg.
En la capa interior de las arterias se producen sustancias que ayudan a que sus paredes se contraigan y se dilaten, así como sustancias que hacen que la sangre no se espese.
En las personas con HAP estas sustancias no se liberan adecuadamente, lo que produce que las paredes de las arterias pulmonares se endurezcan, se engrosen, se estrechen y se obstruyan. Esto hace que la sangre no pueda fluir fácilmente hacia los pulmones y por tanto se eleva su presión.
Al aumentar la presión pulmonar, el corazón debe realizar un mayor esfuerzo para bombear la sangre hacia los pulmones. Si esta situación se mantiene durante tiempo, ocasiona que el ventrículo derecho se dilate en exceso y puede derivar en insuficiencia cardíaca.
Síntomas
Entre los primeros síntomas de la HAP se incluyen:
- Falta de aire al realizar un esfuerzo. Con el tiempo también puede ocurrir incluso en reposo.
- Cansancio.
- Tos.
- Dolor opresivo en el centro del pecho.
- Desmayos y pérdida de consciencia, al hacer un esfuerzo o ponerse de pie. Si esto ocurriese se recomienda acostarse elevando las piernas.

Cuando avanza la enfermedad pueden aparecer:
- Edemas en las piernas.
- Acumulación de líquido en el abdomen.
- Aumento del tamaño de las venas del cuello.
- Coloración azulada en los labios y en la piel, por falta de oxígeno.
- Engrosamiento de los dedos de las manos y de los pies.
Factores de riesgo
- Sobrepeso.
- Trastornos de coagulación de la sangre o antecedentes familiares de coágulos sanguíneos en los pulmones.
- Exposición al amianto.
- Enfermedad cardíaca congénita.
- Vivir en una zona de gran altitud.
Tipos según la causa
- HAP idiopática, de causa desconocida.
- HAP hereditaria.
- HAP inducida por fármacos para adelgazar, para tratar la depresión y la ansiedad, drogas y otras sustancias tóxicas.
- HAP asociada a enfermedades hepáticas, producida por virus, etc.
- HAP del recién nacido por problemas en la gestación o en el nacimiento.
Prevención, diagnostico y tratamiento

Aunque no se puede prevenir, sí que se pueden realizar pruebas genéticas a personas que tengan familiares con HAP, para detectarla de forma temprana.
Para su diagnóstico se realiza diferentes pruebas, que incluye análisis de sangre, electrocardiograma para conocer la actividad eléctrica del corazón, electrocardiograma transtorácico, con el que se puede detectar la elevación de la presión pulmonar, radiografía de tórax para observar el tamaño y la forma de los pulmones y corazón.
Para la confirmación de la HAP, es necesario realizar un cateterismo cardíaco derecho, ya que permite conocer y analizar la presión real de la circulación pulmonar y el gasto cardíaco, que es el volumen de sangre que el ventrículo derecho expulsa cada minuto.
La HAP se trata con varios tipos de fármacos, entre lo que se incluyen:
- Anticoagulantes, para evitar la aparición de coágulos en las arterias.
- Diuréticos, para eliminar los líquidos retenidos y disminuir los edemas.
- Digitálicos, como la digoxina para mejorar la capacidad de contracción del corazón.
Algunas personas también necesitan oxígenoterapia, cuando duermen o hacen ejercicio.
En situaciones graves, se requiere administrar el tratamiento mediante infusión continua subcutánea o endovenosa.
En situaciones muy graves, se ha de considerar la necesidad de trasplante pulmonar, trasplante cardio-pulmonar o cirugía cardíaca.
Complicaciones
Las complicaciones de la enfermedad pueden provocar:
- Agrandamiento del lado derecho del corazón e insuficiencia cardíaca.
- Coágulos sanguíneos en las arterias pequeñas de los pulmones.
- Latidos cardíacos irregulares (arritmia).
- Sangrado en los pulmones.
- Complicaciones en el embarazo.
Hipertensión pulmonar (HAP) y alimentación
Uno de los pilares básicos en el tratamiento de la hipertensión pulmonar, es reducir el consumo de sal, para prevenir y reducir la retención de líquidos.
La sal contiene sodio y su exceso aumenta el volumen de sangre. Esto hace que el corazón tenga que trabajar más y se eleva su presión arterial.
Con el tiempo, la sal hace que los vasos sanguíneos se estrechen y también puede dañar los riñones, provocando hinchazón de los tobillos y acumulación de líquido alrededor de los pulmones y el corazón.
Las personas con HAP, deberán ingerir entre 1.000 y 1.500 mg al día de sodio. Habrá que reducir esta cantidad si se presentan edemas.
Para ir acostumbrando poco a poco el paladar, habrá que reducir cada día la cantidad de sal que se añade a las comidas, hasta conseguir eliminarla por completo.
Lo ideal es cocinar al vapor, a la plancha, en horno, en papillote, guisos y estofados.
Evitar los fritos y rebozados.
Para dar sabor a la comida sin poner en riesgo la salud, se puede utilizar el ajo, el limón, las especias…
Hay que tener cuidado con los sustitutos de sal para hipertensos, sobre todo si se toman diversos medicamentos o se tiene problemas de riñón.
Es mejor evitar los medicamentos efervescentes porque tienen un gran contenido en sal.
Antes de comprar cualquier producto, hay que leer las etiquetas y elegir aquellos que sean bajos en sal.
También hay que fijarse si pone “grasas vegetales”. Si no se especifica el tipo de aceite utilizado, es porque contiene aceite de coco y palma.
Alimentos recomendados:
- Productos frescos: frutas, verduras, carnes magras y sin piel, pescados.
- Productos congelados no procesados y con bajo contenido en sal.
- Jamón cocido y pechuga de pavo sin sal.
- Lácteos desnatados y semidesnatados.
- Legumbres, pan, pasta, cereales y arroz, preferiblemente integrales.
- Agua mineral con menos de 5 mg de sodio. Se recomienda ingerir entre 1,5 y 2 litros diarios, pero si aparecen edemas hay que de reducir la cantidad.
- Infusiones, zumos y refrescos sin gas y sin cafeína.
- Frutos secos al natural.
- Queso fresco sin sal.
Alimentos no recomendados:
- Sal
- Alimentos ricos en grasas saturadas
- Productos precocinados
- Conservas de atún, sardinas, etc…optar por la versión baja en sal.
- Pastillas de caldo, sopas y cremas de sobre.
- Agua con gas e isotónicas, están contraindicadas porque contienen bastante sodio.
- Alcohol. Aumenta la presión arterial, daña el hígado y puede interferir con algunos medicamentos.
- Salsas comerciales
- Pescados salados como el bacalao.
- Pizzas
- Patatas fritas y snacks
- Bollería industrial
- Café
- Frutos secos fritos y salados
- Embutidos, jamón serrano, beicon, tocino…
- Quesos con alto contenido en sal.
Recomendaciones
Es importante mantener el peso adecuado ya que tanto el exceso, como el bajo peso pueden favorecer las complicaciones respiratorias y cardiovasculares y afectar al sistema inmunológico.
Se recomienda pesarse a diario e informar al médico si se aumenta de dos a tres kilos rápidamente, porque podría ser un indicativo de insuficiencia cardíaca.
Evitar las comidas copiosas, porque pueden provocar pesadez e hinchazón abdominal.
Es recomendable cenar de forma ligera y esperar como mínimo una hora antes de acostarse.
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